Vértigo


En una sociedad de lo fácil, donde todos admiran modelos y futbolistas por los lujos que pueden costear, algunos creemos en el valor del sacrificio, que sabemos que la vida se auto regula y que en algún punto de nuestra existencia lo bueno y lo malo nos será cobrado y recompensado.

 

¿De qué vale la riqueza sin tener con quién en verdad compartirla?. Nadie nos enseñó que la frustración, el miedo y la pena son parte de la vida. Desde chicos se nos inculcó la cultura de la felicidad, de la familia feliz, de la profesión soñada, del auto, la casa, el perro con pulgas. Nadie fue capaz de decirnos que todo logro trae en su espalda un sacrificio y que la sangre, el sudor y las lágrimas terminan por ser el manjar que condimenta cada logro.

 

Veo cada sinvergüenza en buenos autos, con una y otra mujer, jalando, tomando como enfermos y me pregunto si serán felices.

 

La felicidad es algo tan personal, que no me atrevo a responder. Sólo busco la mía, que está basada en entender, de una vez por todas, que somos parte de un todo, que la vida es más sabia que todas nuestras mentes juntas y que tarde o temprano las cosas cuando son verdaderas llegan.

 

A veces es frustrante levantarse, lavarse los dientes y quedar desocupado, o sentir que varios sacrificios valieron la nada misma, pero a poco se comienza a entender que por cada lágrima vienen mil sonrisas.

 

Francisco Vásquez Lizama